PALABRAS QUE SON VIDA
  APROVECHANDO EL TIEMPO
 
INTRODUCCION
2 de Reyes 20:1 arregla tu casa Genesis 45:25=28
Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos”. Eclesiastés 9:10, 11.

Nos es difícil pensar en casos donde el más rápido o el más fuerte no ganan, el sabio pasa hambre y los inteligentes no son recompensados con riqueza ni honor.

Los científicos no son valorados por el servicio que desarrollan a favor de la humanidad.

Hay  naciones que  tienen  varios premios Nobel en diferentes ramas de la ciencia pero que son ignoradas  o a cierto tiempo olvidados.

Pero ahora los galardonados deben emigrar para no volver, aunque ello signifique sufrir el desarraigo de su cultura y sus afectos.

La maquinaria de la guerra no distingue entre supuestos culpables e inocentes.

El fiel creyente es perseguido en algunos países por sus convicciones.

Cuando se ven casos así, la gente no creyente en Dios dice que la vida es injusta y tienen razón.

El mundo es finito y el pecado ha torcido el deseo de Dios.

Eclesiastés es más sociológico y cotidiano y pretende explicar lo que sucede a menudo en nuestro mundo imperfecto y pecaminoso.

No dejes que las injusticias de la vida te impidan realizar un trabajo serio y dedicado, de acuerdo con lo que sabes hacer, a favor de los demás.
La gente se vive quejando por lo que no tiene; por la oportunidad que no han tenido, en vez de aprovechar la que sí tiene. Igualdad de oportunidades no hay. Hay quienes dicen: “Es que si yo hubiera tenido la oportunidad de aquel”, pero no la tuviste. En vez de estar viendo eso, enfócate en la oportunidad que sí tienes. ¿Cuántos reconocen que han desperdiciado en su vida más de alguna oportunidad? Tú mismo has tenido la tuyas. Decir que todos tendrán las mismas, eso no es posible. Desde el principio, Dios no fue igual con Abel y Caín. Con Abel fue distinto, porque él fue obediente y le agradó. A veces, queremos que nos den iguales oportunidades, pero no queremos igual responsabilidades.
 
Salomón observó y dijo que había visto que no es de los sabios el pan, de los elocuentes el favor, sino que a todos les llega su oportunidad de un tipo o de otro. Cuando pasaba [por un parque me fui a ver una venta de hot dogs, y empecé a calcular cuánto ganaban con ese negocio. Ese hombre que estaba ahí no dijo: “Yo no tuve la oportunidad de ir a la universidad”, sino que usó lo que tenía. Las oportunidades le llegan a todos, pero cuando estás codiciando las de otros, no ves la tuya, porque tu corazón está tan lleno de envidia que no aprovechas la tuya.
 
Debes aprovechar que tienes un trabajo. Hazlo bien hecho para la gloria de nuestro Señor. No es de los fuertes, no es de los elocuentes, es del que toma su oportunidad. Enfócate en tu realidad y vívela para el Señor.
 
Mateo 25:14-29
Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y
 
¿Cree que Dios se complace de la gente que lo estudia? Eso sólo lo convierte en un estudiante. ¿Cree que recompensa a los que lo estudian? Por eso es que la gente que sólo lo estudia no conoce el concepto “justicia de Dios”, sólo opina de cómo deben hacerse las cosas, pero no hace nada. Aquí llamó a sus siervos, a sus trabajadores. ¿Cuántos de ustedes le han dicho al Señor: “No te siento”? No es cuestión de sentir, es de saber que El está aunque no lo sintamos. Que esté lejos, no quiere decir que no seamos responsables de lo que nos dio.
LA OPORTUNIDAD DE MOISES
''Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, señor! Nunca he sido hombre fácil de palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el hablar y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿quién dio la boca al hombre? ¿o quien hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿no soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tú boca, y te enseñare lo que debas de hablar. Ex. 4: 10-12''
Por la parábola de los talentos, comprendo que el Reino de los cielos es así. Toda nuestra vida debe enfocarse en hacer bien las cosas, porque Dios no es un dios que sólo siente. Nosotros a veces sólo sentimos y no pensamos; dejemos de sentir un poco y hagamos algo. ¿Cuántos de ustedes pueden decir que alguna vez en la vida han actuado como ese tercero, que han perdido algo que más de alguna vez tuvieron? Por eso estás aquí hoy para aprender cómo son las cosas. ¿Cuántos han aprendido que cuando les han dado una pequeña oportunidad y la han aprovechado bien, han crecido? Entonces, ya han conocido una ley del Reino, no la violen. Si ya sabes cómo funciona el Reino, entonces ya sabes cómo conducirte en el mismo. Dentro de todas las cosas que Dios te da, tal vez no son las que querías, pero son las que te tienes. Cuando Dios vea que aprovechaste esa oportunidad que a tus ojos era pequeña, te dará más.
 
Si el que tenía un talento hubiera producido uno, el que cinco, lo hubiera escondido y el que diez, diez, la historia hubiera cambiado. ¿Qué tal si hubiera sido a revés? Yo conozco gente a la que no le han dado una oportunidad, sino que muchas. No dejes que la tuya cambie de manos por no apreciarla. Debemos pedirle a Dios perdón por no aprovechar las oportunidades que nos ha dado. Nos han dado la vida, la salud y, a veces, las desperdiciamos. Debemos cambiar la manera de actuar.
porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.
Vivimos normalmente un determinado número de años, habiendo sufrido, como todo mundo, algunas enfermedades pasajeras. Pero un buen día, descubrimos con pena que tenemos cáncer y ese cuerpo tan fiel, tan duradero, tan útil, se nos empieza a desmoronar irremediablemente. Y después de muchos o pocos cuidados, en un plazo más o menos corto, morimos.
0 bien puede suceder que estando perfectamente sanos, caemos fulminados por un paro cardíaco o perecemos víctimas de un accidente fatal.
Al final, de una manera u otra, TODOS MORIREMOS. Nadie absolutamente escapará de la muerte. Es la realidad más irrefutable del mundo. Desde que somos concebidos en el vientre de nuestra madre, somos por definición, mortales.
La muerte es el trance definitivo de la vida. Ante ella cobra todo su realismo la debilidad e impotencia del hombre. Es un momento sin trampa. Cuando alguien ha muerto, queda el despojo de un difunto: un cadáver.
Esta situación provoca en los familiares y la comunidad cristiana un clima muy complejo. El cuerpo del muerto genera preguntas, cuestiones insoportables. Nos enfrenta ante el sentido de la vida y de todo, causa un dolor agudo ante la separación y el aniquilamiento. Todo el que haya contemplado la dramática inmovilidad de un cadáver no necesita definiciones de diccionario para constatar que la muerte es algo terrible.
Ese ser querido, del que tantos recuerdos tenemos, que entrelazó su vida con la nuestra, es ahora un objeto, una cosa que hay que quitar de en medio, porque a la muerte sigue la descomposición. Hay que enterrarlo. Y después del funeral, al retirarnos de la tumba, vamos pensando con Becquer: ¡Qué solos y tristes se quedan los muertos!".
 
¿QUÉ ES LA MUERTE?
La definición dada por un diccionario muy en boga es:"La cesación definitiva de la vida". Y define la vida como "el resultado del juego de los órganos, que concurre al desarrollo y conservación del sujeto".
Habrá que reconocer que estas u otras definiciones tanto de la vida como de la muerte, no expresan toda la belleza de la primera y todo el horror de la segunda.
La muerte es trágica. El hombre, que es un ser viviente, se topa con la muerte, que es la contradicción de todo lo que un ser humano anhela: proyectos, futuro, esperanzas, ilusiones, perspectivas y magníficas realidades.
 
ACTITUD INSTINTIVA ANTE LA MUERTE.
No es de extrañar, pues, el horror a la muerte. Y no tan solo al misterioso momento de la "cesación de la vida", sino tal vez más, al proceso doloroso que nos lleve a la muerte.
Tenemos el maravilloso instinto de conservación que nos hace defender y luchar por la vida. Sabemos que la vida es un don formidable y la humanidad ama la vida, propaga la vida, defiende la vida, prolonga la vida y odia la muerte. En muchos casos luchamos por la vida aunque ésta sea un verdadero infierno.
Si hay personas que en el colmo de la desesperanza recurren al suicidio, lo normal es que no queremos morir y estamos dispuestos a pasar por todos los sufrimientos y a gastar toda nuestra fortuna para curar a un enfermo. Le peleamos a la muerte un ser querido a costa de lo que sea, de vez en cuando hasta en contra de la voluntad del interesado. ¡La vida es la vida!
Gracias a los progresos de la ciencia y la tecnología, podemos ahora recurrir a métodos sensacionales en la lucha contra la muerte.
Ejemplo formidable de ello es el trasplante de órganos, incluido el corazón. Por desgracia, en algunas ocasiones, esa lucha no es en realidad prolongación de la vida, sino de una dolorosa agonía sin sentido. Nos sentimos obligados a sacar del cuerpo del enfermo agonizante, hasta el último latido de un corazón que por sí solo se detendría, totalmente agotado.
Triste espectáculo el ver a nuestros ser querido lleno de tubos por todos lados y rodeado de sofisticados aparatos en una sala de terapia intensiva. No nos resignamos a dejarlo morir.
 
LA MUERTE DIGNA.
Se plantea ahora la cuestión del derecho a una "muerte digna". Debemos entender por esto el derecho que tiene la persona a decidir por sí misma el tratamiento a su enfermedad. Cuando el cuerpo ya ha cumplido su ciclo normal de vida, no hay obligación de recurrir "a métodos extraordinarios" para prolongar la vida, según lo define la Iglesia. El enfermo tiene derecho de pedir que lo dejen morir en paz.
Puede llegar el momento en que no sea justo mantener artificialmente viva a una persona, a costa de la misma persona. Los sufrimientos de una agonía prolongada por una idea equivocada de lo que es la vida o lo que es la muerte, no tienen sentido.
Pero una cosa es prescindir de aquellos métodos extraordinarios y otra es la de provocar la muerte positivamente, crimen que es llamado eutanasia. Tampoco podemos llamar "muerte digna" al suicidio. Ni estamos obligados a posponer dolorosamente el momento de la muerte, ni podemos provocarla.
 
 
UNA LUZ EN LAS TINIEBLAS.
Sin embargo nuestro Creador, profundo conocedor de nuestra naturaleza humana, no podía habernos dejado en completas tinieblas acerca de un asunto tan inquietante e importante como es la muerte y lo que sucede en el más allá.
En su inmenso amor por la humanidad, nos envió a Su Hijo Unigénito, su Segunda Persona Divina, como Luz del Mundo.
En Jesucristo Nuestro Señor todas las tinieblas quedan disipadas. Su infinita sabiduría nos ilumina hasta donde Él quiso que viéramos: "Yo soy la Luz del Mundo. Quien me sigue no andará en tinieblas".
 
SOMOS INMORTALES. Cuando morimos no nos echan de este mundo sino que ya tenemos un lugar esperandonos
Toda la Sagrada Escritura nos enseña, pero especialmente el Nuevo Testamento nos descubre el sentido de la vida y de la muerte y nos hace atisbar lo que Dios tiene preparado para nosotros en la eternidad.
Lo primero que debería asombrarnos es que Dios, el eterno por antonomasia haya querido compartir nuestra naturaleza humana hasta el grado de sufrir El también la muerte.
Jesucristo no vino a suprimir la muerte sino a morir por nosotros. "Se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil.2:8). El misterio de la Cruz nos enseña hasta qué punto el pecado es enemigo de la humanidad ya que se ensañó hasta en la humanidad santísima del Verbo Encarnado.
En su vida pública, el Señor Jesús se refirió de muchas maneras al momento de la muerte y su tremenda importancia.
En aquella ocasión en que los Saduceos, que ni creían en la otra vida, le preguntaron maliciosamente de quién sería una mujer que había tenido siete maridos cuando ésta muriera, Jesús les contestó: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, Pero los que sean juzgados dignos de entrar al otro mundo y de resucitar de entre los muertos, ya no se casarán. Sepan además que no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles. Y son hijos de Dios, pues El los ha resucitado" (Lc,20:34-36)
Cuando murió su amigo Lázaro, ante la profesión de fe de Marta, el Señor dijo: "Yo soy la Resurrección. El que cree en Mí, aunque muera vivirá. El que vive por la fe en M í, no morirá para siempre" (Jn. l1:25)
Hay que tener en cuenta que cuando Jesucristo habla de la vida, en ocasiones se refiere explícitamente a la vida del cuerpo, que promete será restituida con la resurrección de la carne: "No se asombren de esto: llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán mi voz. Los que hicieron el bien, resucitarán para la vida; pero los que obraron el mal, resucitarán para la condenación" (Jn.5:29).
En otras ocasiones, en cambio, se está refiriendo a la Vida de la Gracia o sea a la participación de su propia Vida Divina que nos comunica por amor.
Ejemplo de esto es el sublime discurso del "Pan de Vida "que San Juan nos transcribe en su capítulo sexto: "yo soy el Pan vivo bajado del Cielo; el que coma de este Pan, vivirá para siempre" (Jn.6:51). Y más adelante, en el versículo 54 nos hace esta maravillosa promesa: "El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día".
ENVEJECER ES MARAVILLOSO
El instinto de conservación y la falta de fe, nos hacen tener horror al envejecimiento irremediable. Hemos hecho de la juventud un mito. "Juventud, divino tesoro" dijo el poeta, y perder la juventud lo consideramos un drama.
Da pena ver a personas maduras y post-maduras, intentar defenderse de la calvicie, de las canas, de las arrugas... No logran, por supuesto, engañar a nadie y menos detener el tiempo.
Todas las operaciones de cirugía plástica que sufren, ni preservan la belleza juvenil, ni restan un sólo día a su avanzada edad. Todos esos intentos vanos por beber en la fuente de la eterna juventud, no hacen sino evidenciar que hemos perdido el sentido de la vida y de la muerte.
La edad no solamente nos hace poner en su justa medida las cosas temporales (cosa que los jóvenes no han aprendido todavía) sino que nos acercan más y más a Dios, nuestro último fin. Los ancianos llevan ventaja a los muchachos. Ya van llegando a su realización plena, van llegando a la meta.
El gran San Pablo nos escribe: "Por eso no nos desanimamos. Al contrario, mientras nuestro exterior se va destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día. La prueba ligera y que pronto pasa, nos prepara para la eternidad una riqueza de gloria tan grande que no se puede comparar. Nosotros, pues, no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo invisible, ya que las cosas visibles duran un momento y las invisibles son para siempre." (II Cor.4:16-18)
Y no es que nos resignemos mansamente a lo inevitable. Es por el contrario la conciencia jubilosa de que estamos siendo llamados por Dios.
Las canas y arrugas son los signos de este gozoso llamado. Y las enfermedades y achaques nos dicen lo mismo: la meta está ya cerca. Pronto verás a Dios.
¡Qué maravilla llegar a comprender que la muerte es el inicio de la verdadera vida y que todo esto no ha sido sino un ensayo, un camino, una invitación!
La muerte para el cristiano no es un lanzamiento. Es una mudanza: ¨En la casa de mi Padre muchas moradas hay, si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.¨ Juan 14:6.
 
Dios te bendiga, espero tu comentario y si necesitas oracion para recibir aCristo o para renovar tus votos solo escríbeme y la Iglesia y tu servidor oraremos por ti.
hectorramos1@msn.com
 
 
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